Una Propuesta de Reforma para el Congreso Peruano

junio 2, 2009

El artículo 93 de la Constitución Peruana señala que los congresistas “representan a la Nación” y “no están sujetos a mandato imperativo”. En otras palabras, un Congresista nos representa a todos a la vez y no está obligado a votar de la forma en que le indiquen sus electores directos.

Una primera lectura del artículo nos podría llevar a pensar que no tiene nada de malo. A fin de cuentas, los congresistas nos representan y hacen leyes para todos, pensando en todos. Ellos son, después de todo, los “Padres de la Patria”. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que hay algo que no funciona bien con este sistema. Yo quiero plantear una alternativa distinta.

En época de elecciones, los peruanos estamos acostumbrados a votar por una lista regional y a marcar en un cuadradito los números de nuestros dos candidatos favoritos dentro de esa lista. Con eso, nos quedamos tranquilos con que hemos cumplido con nuestra “obligación” cívica, y finalmente, nos dedicamos los siguientes 5 años a lamentarnos de por qué nuestra elección resultó en última instancia tan mala (pero obvio, sin jamás echarnos la culpa a nosotros mismos!).

El problema es que en este sistema, como dije, los congresistas que resultan electos representan “a la Nación”. Cada uno de ellos nos representa a todos y, por extensión, a nadie. Tomemos, por ejemplo, mi caso. En las elecciones anteriores yo voté para el Congreso por un partido que no alcanzó un solo escaño. En el sistema actual ¿quién me representa? ¿Estoy realmente en condiciones de sentir que mis intereses son representados? La ley me dice que no. El Congreso y los congresistas, incluso en el supuesto de que mi candidato hubiese salido elegido, no me representan a mí; sino a todos los peruanos. ¿Será tal vez por eso que me siento tan poco representado en mi propio Congreso?

Hace poco, por ejemplo, vi un comercial en la televisión que pregonaba cómo el Congreso estaba “con el pueblo” porque había pasado un par de leyes “para paliar el efecto de la crisis”. Estas leyes eran la liberalización de la CTS y la exoneración del pago de AFP de las gratificaciones. Ambas son leyes a las que me opongo abiertamente y sin embargo son comercializadas como logros. De igual forma, estoy completamente a favor de la bicameralidad, la renovación por tercios del Congreso, el fin de las políticas de austeridad y la flexibilización del régimen laboral. Sin embargo, sinceramente dudo que este Congreso, logre los consensos suficientes o tenga la voluntad política para pasar estas leyes, que en el fondo son las que me harían sentir que mi opinión y mí forma de ver la realidad del Perú tienen un lugar y son importantes en el Congreso.

Mi intención es proponer un sistema que cambie eso y que nos haga directamente partícipes de nuestro propio sistema democrático. Después de todo, ¿cuántos de nosotros hemos agarrado el teléfono para llamar a un congresista a pedirle que ponga determinado tema en la agenda del pleno?, ¿o enviado un mail a alguna bancada exigiendo más acción en alguna promesa incumplida?, ¿o, en todo caso, tenido la oportunidad de reunirnos con aquella persona a quien nosotros pusimos en el poder y a quien mantenemos día a día con nuestros impuestos?

Congreso Peruano

Congreso Peruano

Yo creo, que para que nuestro Congreso sea realmente representativo y sea realmente responsable por sus actos, deberíamos cambiar el sistema mediante el que escogemos a nuestros representantes.

En mi opinión, en lugar de elegir de una lista fija a un grupo de 5 ó 6 personas que nos representen “a todos los limeños” o “a todos los cuzqueños” o incluso “a todos los peruanos”, deberíamos dividir el país en diversos distritos electorales (algo similar a las constituencies de los países anglosajones) y que cada distrito tenga una elección para escoger un único representante.

Por ejemplo, si tomamos la Región de Ica como ejemplo, podríamos fácilmente dividirla en sus 5 provincias (Chincha, Ica, Pisco, Palpa y Nazca) y que cada una tenga 1 Congresista que las represente.

Claro que no todas las fronteras políticas constituirían fronteras electorales y los distritos electorales no necesariamente tendrían que coincidir con las provincias. Lima (entendida como Lima Provincias, Lima Metropolitana y el Callao) tendría, obviamente, más distritos electorales que provincias y/o distritos, teniendo en cuenta su población. Loreto, en cambio, tendría menos distritos electorales que provincias.

Con un sistema inteligente, incluso, no habría que variar la actual distribución de cupos congresales. Ica podría seguir teniendo 4 (digamos que unimos Palpa con Nazca para efectos electorales) y que Lima pueda seguir teniendo 35 representantes, cada uno representando a alguna zona electoral determinada (por ejemplo, un representante para cada provincia y el resto repartidos entre los distritos de Lima y Callao). Bajo este sistema, por lo tanto, los habitantes de un distrito electoral imaginario en “Miraflores-Barranco-San Isidro” podrían tener un representante que vele por sus intereses al igual que podría existir un representante que vele por los intereses de Paucartambo, en Cuzco. Ambos representantes tendrían visiones muy distintas de los mismos temas y deberían representar a sus distritos electorales según su real saber y entender.

Aquí sin embargo empieza el tema más espinoso: ¿Cómo manejar el tema del mandato imperativo? ¿Deberíamos permitirlo? ¿O es mejor alguna variante? Yo creo que la idea no es que el Congresista no tenga voz propia y que no pueda tener una posición personal de los temas, pero debe haber un balance entre las promesas que hizo en la campaña y el respeto a la decisión de la mayoría que lo eligió por un lado y el feedback que pueda recibir de sus votantes del otro.

En mi opinión, por lo tanto, los congresistas de cada distrito electoral deberían mantener las líneas de comunicación con sus distritos respectivos totalmente abiertas, sea por correo, teléfono o incluso viajando a reunirse con ellos y poder consensuar una “política común” de su distrito. Elector y Elegido podrían conversar y llegar a un punto medio que sería el que el congresista defendería. Así, por ejemplo, supongamos que en un hipotético distrito “Surco-San Borja-Surquillo-La Molina-Ate” que me represente en el Congreso, gana una mayoría de izquierda que favorece leyes como las de la CTS y las Gratificaciones que mencioné antes. En ese caso, él debería hacer conocida su opinión durante la campaña y luego cumplir su promesa luego de ganar, pero yo debería estar en todo mi derecho de pedir una reunión con este congresista y ofrecerle mi punto de vista, sentarme con él un momento y tratar de llegar a un punto consensuado en donde de repente no toda la CTS sea liberada, por ejemplo.

Este feedback haría que nuestra democracia crezca, madure y se vuelva mucho más inclusiva y participativa; algo que, así como están las cosas, sólo puede ser bueno.

Alonso Gurmendi
Foto: Centro de Prensa del Congreso de la República


Algunas consideraciones sobre el Servicio de Taxi en Lima

May 14, 2009

La informalidad es algo de todos los días en países como el nuestro, muchas veces es hasta incontrolable, pero el problema adquiere el estado de crisis cuando las actividades informales se vuelven habituales y normales para los ciudadanos. En el Perú una de las actividades económicas más habituales es desarrollada en su mayoría de forma informal: el servicio de taxi. Este medio forma parte del transporte público liviano y aunque no es usual que estos pertenezcan al Estado, generalmente pertenecen a privados a los cuales se les exigen ciertos requisitos mínimos para operar. Pero en nuestro país el “taxear” se ha convertido en la salida fácil para todo aquel que no tiene una fuente de ingresos, la informalidad permite que un letrero de “Taxi” en el parabrisas convierte a cualquier persona con un automóvil en proveedor del servicio, alcanzando la informalidad un índice de 67% a pesar de la existencia de la Ordenanza 196 que regula dicho servicio, es decir, hay una ley, pero no se respeta. Esta informalidad conlleva a una serie de problemas, a continuación detallaré algunos de ellos:

La negociación directa: Día a día millones de limeños negocian con los taxistas sobre el precio de sus carreras. Los precios no los establece el mercado sino la costumbre, el regateo es palabra de todos los días. Este tipo de sistema es desordenado e inconveniente tanto para el taxista como para el consumidor. Puede parecer beneficioso poder regatear el precio pero la negociación directa termina siendo perjudicial para el usuario pues no existe responsabilidad alguna en caso que el servicio no se brinde de forma adecuada (fallo vehicular o el típico “¿amigo, te puedo dejar acá porque tengo otra carrera y no voy a llegar?”) o peor aún, en caso de accidentes por culpa del chofer. La responsabilidad si existiría si detrás de los choferes estuviera una empresa o si estos operaran de manera formal. Por último la negociación directa permite la existencia de la frase que colma la paciencia de todos los limeños: “no voy”; lo cual significa que el taxista decide a quien lleva y a donde, cuando se supone que ellos brindan un servicio para todos los usuarios.

Aspectos generales del precio: El precio del servicio de taxi es producto de los factores que el conductor crea convenientes como distancia, hora, tráfico, etc. Por esto es que el sistema es desordenado e incoherente. Uno de los principales factores a tomarse en cuenta es el combustible. Es normal que si los precios del combustible suben el precio del servicio subirá, pero cuando el combustible disminuye su precio los taxistas parecen no notarlo jamás. En la misma línea del combustible tenemos al Gas Vehicular, este tipo de combustible apareció como la alternativa perfecta ante los altos precios de la gasolina y fue adoptado principalmente por los conductores de taxis, el problema es que a pesar de que utilizan un combustible mucho más barato sus tarifas son las mismas que las de aquellos que siguen utilizando gasolina, no existe ningún beneficio para el consumidor.

Es también importante resaltar la incoherencia existente entre precio y ruta, para lo cual daré un ejemplo del día a día de muchos limeños. Un servicio de taxi desde el distrito de San Borja (límite con Surco) con dirección al Jockey Plaza (Av. Manuel Holguín) tiene un precio de S/.6 o S/. 7 y el vehículo recorre una distancia de aproximadamente 3.6km. Ahora una carrera desde el mismo punto con dirección al Centro Comercial El Polo cuesta exactamente lo mismo pero la distancia es de 2.29km. Aproximadamente. Este es un ejemplo sencillo pero todos podemos comprobar cómo muchas veces una diferencia de 5 cuadras involucra una subida del precio mayor o muchas veces dicha longitud es ignorada.

Ante este problema la solución podría ser un taxímetro o el establecimiento de tarifas referenciales pero al usuario le gusta regatear el precio y la cantidad de taxis en Lima responde a la cantidad de demanda que existe. El problema de la formalidad es que podría involucrar una subida de precios y nadie está dispuesto a asumirlo a cambio de un sistema más ordenado.

El crimen: Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta es que la informalidad conlleva a una inseguridad en el servicio. Tanto taxistas como usuarios son víctimas de criminales que aprovechan tanto para actuar como taxistas para asaltar a sus víctimas con facilidad o actuar como usuarios para asaltar a los taxistas. Esto lleva a que muchas personas opten por servicios de taxi de empresas privadas cuyos precios llegan al extremo de la ridiculez muchas veces duplicando el precio del servicio de taxi normal y a los que no todos pueden acceder.

La última víctima: Sin duda alguna la primera y última víctima de la informalidad es el Estado, el cual deja de percibir todos las tasas o comisiones que se cobran a los taxistas formales. Siendo el servicio de taxi un negocio tan común el Estado deja de percibir tributariamente los impuestos por el desarrollo de actividad económica y por percibir ingresos diarios. Esto sin hablar del trabajo que debe el MTC realizar para poder resolver el caos vehicular que también los taxis causan.

El problema principal es que en nuestro país la Ordenanza 196 no se hace cumplir. Esta exige que todo taxi deba ser formal, amarillo, con letrero luminoso en el techo, carné de identidad y muchos requisitos que casi nunca se ven. El costo para ser un taxista formal es de S/. 93.33 (Registros y credencial) y seguir un proceso administrativo, a diferencia del informal que cuesta S/.0.50 (calcomanía de “Taxi”).

Lima se encuentra a la cabeza del servicio informal de taxis presentando el peor sistema de Sudamérica con una cantidad de 210,000 taxis (unos 27 taxis por cada 1000 personas) y de los cuales solo 70,000 son formales. Solo por comparar, Bogotá tiene una cantidad de habitantes mayor a la de Lima y la cantidad de taxis que transitas es de 70,000 y de los cuales solo el 30% es informal, sin aumentar que utilizan el sistema de taxímetros para definir los precios; otras capitales de la región presentan índices similares.

La solución es sencilla, se debe establecer una fuerte campaña de formalización y se debe establecer de una vez o un sistema tarifario o el sistema en base a taxímetro, la negociación directa no puede seguir operando en una Metrópoli como es Lima. Pero lo principal es que las leyes se cumplan primero, es ridículo pensar que existe una multa de S/.218.00 e internamiento del vehículo para aquel que realiza el servicio de taxi de forma informal y a pesar de la existencia de esta sanción tenemos aproximadamente 140,000 taxis informales rondando las calles de Lima.

Datos obtenidos del Instituto Peruano de Administración Municipal (IPAM); TUPA de la Municipalidad de Lima y Google Earth.

 Gustavo A. Taboada Dusek


De Platón, Aristóteles y el Estado de Derecho en el Perú

May 5, 2009

Muchas veces cuando conversamos sobre el Perú terminamos haciendo una lista inacabable de las cosas que se necesitan. Algunos dicen “¡educación!”; otros dicen “¡plata!”; otros dicen “¡salud!”; en fin, la lista nunca acaba y por lo general una cosa siempre es requisito de la otra.

Tomemos por ejemplo el caso del transporte público ¿qué es más importante?, ¿que los policías no coimeen o que los conductores de combis no se pasen la luz roja?, ¿que el Estado financie la construcción de mejores vías públicas o que se encargue de renovar el parque automotor?

Al final siempre parece que los problemas nunca tienen solución. ¿Para qué subir las multas si los policías coimean porque no tienen plata? ¿Para qué pagarles más a los policías si igual no hacen cumplir la ley? ¿Para qué trabajar en reformar al policía si el problema son los conductores? ¿Para qué enseñar educación vial si el problema al final son las terribles pistas? No hay suficiente dinero para todos los problemas y arreglar uno solo no basta para solucionar el problema.

¿Existe algún punto de inicio? ¿Podemos realmente empezar por algún lado o estamos condenados al círculo vicioso de los problemas sin solución?

Aristóteles decía que las cosas están compuestas por una sustancia que no cambia y un sinnúmero de accidentes. Si al objeto se le quitan todos los accidentes, veremos la sustancia. Es decir que si a mi carro le quitamos el color rojo, la forma de la carrocería, la marca, el forro de los asientos, etc., llegaremos a su sustancia, aquello que lo hace ser un carro y no una cuatrimoto.

Si aplicamos la misma lógica al problema del Perú y su aparente incapacidad de alcanzar el desarrollo, deberíamos llegar a su sustancia, aquello que hace al Perú “subdesarrollado” y no “desarrollado”.

Saquemos entonces los problemas del tránsito, los malos congresistas, los políticos deshonestos, la falta de gestión en los gobiernos regionales, las leyes ineficientes, la prensa irresponsable… ¿Qué queda?

Pensando sobre esto, me tope hace poco con una conferencia brindada en Berkeley por Stephen Breyer, Vocal de la Corte Suprema de Estados Unidos. En esta Conferencia, Breyer hablaba sobre independencia judicial y citó tres ejemplos para demostrar como había cambiado Estados Unidos a lo largo de los años.

El primer ejemplo que mencionó fue el de las Reubicaciones Indígenas en Estados Unidos en la época del Presidente Andrew Jackson (1830s). En esta época, el Presidente de la Corte Suprema, el Juez Marshall, dictaminó que las tierras de los Cherokee les pertenecían a ellos y que el gobierno no podía expulsarlos a las reservas indígenas al oeste del Missisipi. A esto Andrew Jackson respondió infamemente “John Marshall ha tomado su decisión, ¡ahora a ver que trate de ejecutarla!”. Jackson llevó al ejército a Georgia y expulsó por la fuerza a los Cherokee, en contra de la decisión de la Corte Suprema.

El segundo ejemplo que contó Breyer tuvo lugar 127 años más tarde, en Little Rock, Arkansas. Allí, la Corte Suprema había decidido que 9 alumnos afroamericanos tenían derecho a estudiar en una universidad “para blancos”. El Gobernador de Arkansas, Orval Faubus, envió a la Guardia Nacional de Arkansas para impedir el ingreso de los estudiantes al centro de estudios, incumpliendo la sentencia de la Corte. En respuesta, sin embargo, el Presidente Eisenhower envió a la División Aérea 101, la misma que 12 años antes había desembarcado en Normandía, y llevó de la mano a los jóvenes para que ingresen a la universidad.

Finalmente, Breyer relató la historia del caso Bush v. Gore de 2000, que decidió las elecciones presidenciales a favor de George W. Bush. Breyer insistió en lo impopular que fue la decisión, “lo sé, ¡yo emití una opinión discordante!” bromeó. “Pero al final, lo importante es que la gente aceptó la decisión por mas que no estuviera de acuerdo con ella. No hubo protestas ni revueltas en las calles. En otro país sí las habría habido”.

Yo creo que es ahí donde está nuestra sustancia. Nosotros somos Andrew Jackson. Somos Orval Faubus. Aún no somos Al Gore.

¿Y qué es eso que nos falta que nos hace diferentes? Los entendidos lo llaman Estado de Derecho, pero, ¿qué es el Estado de Derecho? Pues bien, Estado de Derecho es que las personas reconozcan que la norma existe por algo y que no debo cumplirla porque hay o no hay un policía cerca, sino porque es mi deber hacerlo. Dura lex, sed lex, dirían los romanos.

Estado de Derecho es entonces lograr que las personas interioricen el sistema de normas no como un estorbo que les impide hacer lo que quieren ni como una oportunidad de ser más vivo que el tonto acatador de reglas, sino de ver al Derecho y las normas que de él emanan como el resultado del pacto ficticio que todos en algún momento firmamos, al reconocer que mejor estamos con un gobierno que nos reconozca ciertos derechos a cambio de ciertas obligaciones.

Es verdad que el Estado no siempre cumple su parte del trato y que muchas veces estamos mejor funcionando fuera del sistema (creando capital muerto como diría Hernando de Soto), pero esa no es una excusa para tirar la toalla. Muchas veces por ejemplo escucha uno cómo los taxistas dicen “no se puede respetar a un policía que me pide coimas” y usan esa frase como disculpa para su soborno. Pero en realidad respetar al policía implica hacerlo incluso cuando el propio policía no se respeta a sí mismo. “Dado que yo sí respeto al policía, no le daré una coima y prefiero mi multa”. Si no puede eliminarse la demanda, eliminemos la oferta.

Sé que algunos ya me estarán tildando de idealista, que mi teoría depende de que mágicamente desaprendamos los últimos 180 años de nuestra cultura y cosas por el estilo. En cierto sentido tienen razón, estoy partiendo de una situación complicada, ofreciendo una solución improbable para un problema imposible. Pero sólo lo hago porque creo que el cambio que buscamos no va a venir sólo desde Palacio. El gobierno no puede autocurarse de un día para otro, porque nosotros somos el gobierno. El cambio también viene –por más cliché que suene- de nosotros mismos. No ofrezco una salida fácil, tampoco realista; ofrezco simplemente una verdad: que el desarrollo no es sólo mercados y dinero, sino también una actitud.

Sé también que mi hipótesis será criticada por abstracta, que no tiene cómo ponerse en práctica, que pretendo que la gente cambie hacia un ideal inexistente. Para contrarrestar este argumento ofrezco un camino compuesto por dos ideas:

La primera viene de Platón. Él solía decir que la justicia no es, como comúnmente se cree, dar a cada uno lo suyo, sino, todo lo contrario, que cada uno haga lo que tiene que hacer.

Más allá de si ésta es realmente la definición de justicia, es importante destacar la relevancia de este principio de hacer cada uno lo suyo. Lo contrario, esperar que a cada uno se le dé lo suyo, lleva a la displicencia, a exigir y no a hacer, a esperar que el Estado nos dé nuestro pedazo de pescado en lugar de aprender a pescar. Digamos entonces que por lo menos es eficiente socialmente que cada uno haga lo suyo, que si alguien va a hacer algo, que lo haga de la mejor manera posible. Que nuestro mejor esfuerzo nos permita ser de los mejores en lo que hagamos. Si no es así, no lo hagamos. No importa lo que uno haga con tal de que lo haga para ser el mejor. Ser el mejor barrendero, ser el mejor taxista, ser el mejor comerciante, ser el mejor empresario, el mejor inversionista, ser el mejor presidente; ese es el verdadero espíritu que nutre el desarrollo de los pueblos.

El otro principio es más reciente y se refiere a la teoría del imperativo categórico de Kant: «Actúa de tal manera que el máximo de tu conducta pueda ser usado como ley universal». Esto significa que uno debe actuar de tal forma que si todos actuaran como uno, el mundo sería un mejor lugar. Es decir que ser “el mejor” no es hacer algo a costa de los demás, sino es hacer algo que sea bueno para los demás y para mí. Es verdad que en el fondo es una idea irrealizable, pero en la medida de lo posible, es una guía muy útil para el comportamiento.

Se trata de un principio moral erga omnes, aplicable a todos para con todos. Implica ser empático, implica poner luces intermitentes al cambiar de carril para avisar al otro, implica dejar que las personas mayores se sienten en los asientos reservados de las combis, implica no botar desperdicios tóxicos en los ríos de los campesinos.

Estos dos principios son el verdadero esqueleto detrás del crecimiento económico que nos llevarán a dar el primer gran paso desde el cual podremos luego dar el salto al desarrollo social. Si logramos interiorizar estos principios, si logramos crear un verdadero Estado de Derecho y cambiarnos a nosotros mismos, tal vez podamos finalmente cambiar a nuestro país.

Alonso Gurmendi


Deje todo atras y ahora me quede sin trabajo: La crisis económica y sus efectos en la migración

May 5, 2009

La migración es un fenómeno que afecta al globo en su totalidad, no hay país del mundo que se encuentre libre de ella. Hay países cuya población migra o los países receptores de migrantes, de una forma u otra la población local nunca va ser la misma. Ya no hay un Estado donde todos sus pobladores son oriundos del mismo, los países hoy en día son naciones pluriculturales y plurietnicas, todo producto de una corriente llamada migración. Las razones para migrar son diversas, hay razones políticas, razones culturales, razones sociales, pero quiero hacer especial énfasis en la falta de trabajo. Es común que personas dejen de su hogar, su familia, su vida, todo, en busca de un nuevo trabajo, traspasando fronteras e incluso viajando a nuevos continentes. “Si no hay trabajo en tu país, es mejor ir a buscarlo a otro, el sustento de la familia es fundamental”, pero, ¿Qué ocurre si el grass no es verde al otro lado de la cerca?

La migración, puede ser un fenómeno temporal -migrantes que se dirigen a realizar trabajos “temporales” en países vecinos- o definitiva. Además, puede ser positiva -trae consigo mejoras al país receptor y desarrollo- o negativa -el migrante recibe menor sueldo, sufre maltratos, discriminación o se convierte en un problema para la industria del país receptor-. De una forma u otra el fenómeno existe y cada vez hay más migración, que va de la mano con la globalización (Estados Unidos de America es el país que más migrantes recibe, 38.4 millones en el 2005).

En cuanto a las remesas emitidas por migrantes hay que tener en consideración que los números no son exactos, India en el 2007 recibió 27 billones de dólares en remesas y para Tajikistan las remesas son el 36% de su PBI, sin embargo, estos números pueden ser mucho mas altos ya que hay remesas que no son tomadas en cuenta, por la gran cantidad de migrantes ilegales y que cuyas remesas no se contabilizan. Gran cantidad de países obtienen sus ganancias del trabajo de sus ciudadanos en suelos ajenos. Pero, ¿qué ocurre cuando el trabajo ya no se vuelve rentable en el suelo ajeno, cuando las políticas migratorias de ese país se vuelven abusivas y denigran al migrante, cuando la vida en el exterior empuja al migrante a retornar a su país de origen; sin dinero, sin trabajo y probablemente sin esperanza?.

La crisis económica por la que atraviesa el mundo en estos tiempos, solo ha logrado empeorar las ya deterioradas condiciones de vida de muchos migrantes,  sin embargo, voy a hacer especial énfasis en la situación de los obreros migrantes. Existen otras consecuencias que pueden resultar perjudiciales producto de la migración, como la fuga de cerebros o temas de interés internacional como la falta de cobertura de salud, temas que pueden resultar materia de análisis de otro artículo.

 Que es lo que ocurre, la crisis mundial no solo ha significado una disminución en la capacidad de crecimiento de diversos países desarrollados sino que se convierte un factor determinante, para que no existan más empleos y por tanto se genere una reducción de personal masiva. Si bien, antes los países desarrollados se la podía arreglar para recibir cientos de inmigrantes dentro de sus fronteras, darles trabajo y ser el sustento no solo de locales sino de inmigrantes de diversas partes del mundo, en la época de crisis o post crisis( como algunos ya la llaman), los países desarrollados no cuentan mas con ese lujo.

Hace un par de años se calculaba que las remesas emitidas hacia países de desarrollados ascendían a US$251.000 millones (2007), debiéndose tener en cuenta lo antes mencionado, que estas cifras no incluyen aquellos flujos de remesas no registrados o informales, lo que pueden hacer ascender esta cifra a varios millones mas. Sin embargo, con el cambio de panorama mundial las cifras son mucho más desalentadoras y se espera una caída de 5% a 8% en las remesas,  lo que podía significar desarrollo para muchos países hoy es una mera ilusión todo debido a la reducción considerable de la remesas como parte del PBI.

Entonces, pongamos un ejemplo; antes habían dos hermanos que servían de sustento a una sola familia, un obrero el cual no tenia trabajo en su país de nacimiento, en adelante X, decide migrar a un país donde hay oportunidades laborales (puede ser desarrollado o subdesarrollado siendo la migración del segundo al primero la mas común). X  por su trabajo (legal o ilegal) manda de manera periódica una cierta cantidad de dinero a su familia (remesas) con lo cual esta cubre sus necesidades básicas y subsiste. El hermano de X el señor Y, no ha migrado pero sabe que el mercado laboral esta saturado en su país, sin embargo, el consigue un puesto de trabajo -no tan bien remunerado como el de X -. Ahora, junto con la crisis, el primero en quedarse sin trabajo es Y, debido a que la fabrica para la cual trabajaba decidió “reducir personal” por la coyuntura internacional, la familia aun cuenta con el sustento de X. Por otro lado, el trabajo en el extranjero se hace cada vez más difícil y tan solo hay espacio para unos cuantos trabajadores, en su mayoría oriundos del país, por lo que X pierde también su trabajo. Sin puesto de trabajo y por el alto costo de vida en el extranjero decide regresar a su país de origen, junto con X regresan miles mas que han perdido el trabajo en el extranjero y los han “regresado a casa”, esperando ser acogidos por un menor sueldo en el mercado laboral local. Finalmente, la situación es critica para los hermanos X y Y, se encuentran en un mercado local saturado, y migrar ya no es una solución, por que afuera tampoco hay trabajo.

Si bien, la crisis ha generado un panorama de desconcierto mundial y ha afectado las grandes economías, el impacto que tienen el las microeconomías -la familia- puede ser aun mas devastadora. Con la perdida de oportunidades laborales tanto en el país de uno como en el extranjero hace que lo que fue por mucho tiempo una manera de obtener ingresos alternativas, es decir trabajando en el exterior, hoy en día se vuelva una practica poco rentable. Los números hablan por si solos, según el Banco Mundial el crecimiento en remesas en el año 2009 puede llegar a ser de -5%, lo que transforma en miles de familias no reciban sustento suficiente para la vida. De esos millones migrantes que vivían en tierras ajenas y servían de sustento a su familia, miles han sido regresados a su país de origen, ahondando la gravedad de la situación por el aumento de los índices de desempleo y generando que “mas gente que busca trabajo donde no lo hay”, es decir en el país emisor de migrantes.

En lo personal, los despidos arbitrarios, la falta de previsión y la ahora excesiva falta de puestos de trabajos generado por la crisis, no solo ahonda la crisis sino que además afecta con mayor fuerza a las personas que sin la crisis ya sufrían de carencias económicas. De esta forma estamos entrando en un círculo vicioso donde la falta de trabajo obliga a los migrantes a buscar trabajo en su país de origen donde no hay trabajo, razón de migrar en un primer momento.

La solución, la cual no se encuentra lejos de ser posible, por la cual han luchado millones de migrantes a lo largo de décadas, son reglas y leyes que le otorguen a los migrantes mejor condiciones de trabajo, bajo lo cual se encuentra estabilidad laboral, reducción a la discriminación y sobre todo protección y cierta estabilidad a sus familias. Existen grandes avances, instrumentos internacionales para la protección de migrantes como la “El programa inter- americano para la promoción y la protección de los derechos humanos de los migrantes, trabajadores migrantes y sus familias”. Sin embargo, la crisis es algo inmanejable y probablemente con estas medidas no se hubiese bajado el índice de despidos, pero si de despidos arbitrarios, no se hubiese dejado de afectar a miles de familias, pero no de la manera que hoy en día en la crisis suma en la miseria aquellos que ya se encontraban en ella[]

Sebastian Marcelo Elias Sardiña

* Las cifras utilizadas provienen de cifras emitidas por el Banco Mundial


En la esquina nos bajamos

abril 24, 2009

Alguna vez escuché a un amigo mío decir que Lima debería dejar de llamarse a sí misma “la ciudad de los Reyes”, y empezar a llamarse “la ciudad de las combis”. Lo que ha llegado a sorprenderme es que a una buena parte de los limeños ese tipo afirmaciones les causan gracia. Son los bohemios modernos de nuestra incipiente sociedad intelectual, que se empeña en identificar en nuestro caótico sistema de transporte urbano, un “pintoresco reflejo” de nuestra sociedad. La combi se ha convertido en ícono de nuestra cultura- un símbolo de la criollada, de la viveza, de la huachafada limeña.

Poco a poco, los bohemios de Lima se han enamorado de las combis. Les han dedicado blogs en internet, han creado mitos urbanos en torno a ellas e incentivado a los ciudadanos de a pie a sentir un falso orgullo por su “subcultura”, impulsándonos por doquier a encariñarnos con el pintoresco carácter de sus chóferes y a reconocer el valor cultural de las pregonas de los cobradores.

Y perdonen, pero, con todo respeto, es patético.

No existe nada de cultural en la absurda desorganización de nuestro sistema de transporte urbano. Lo único que existe es un caos generalizado, causado por la falta de regulación y de voluntad municipal por atender el problema.

Para empezar, no existe una apropiada regulación de rutas, y mucho menos un control efectivo de las mismas. La idea de rutas que cubran 40 o 50 kilómetros a lo largo de avenidas y calles en zonas residenciales muestra una completa falta de diligencia en el diseño del fluido de tráfico. Tenemos que echar al tacho este esquema, y diseñar rutas cortas e integradas, donde los transeúntes puedan circular en forma rápida a través de diversos trasbordos para llegar a su destino. Esto aligera el tráfico, y lo hace más fluido – en rutas más cortas, el tiempo que toma trasladarse de un punto dado a otro es más corta y por ende mas predecible, haciendo posible el sueño de millones de limeños: saber a qué hora exacta va a pasar el bendito carro. Por último, hace que el control de las unidades sea más eficiente, dado que los vehículos cubren un área menor, y tienen un menor nivel de desgaste.

Los limeños no podemos aceptar que esto sea lo mejor que puedan ofrecernos nuestras autoridades para transportarnos

Segundo, ¿Cómo podemos permitir que existan las combis? No, las combis tienen que morir. No hay alternativa, si es que queremos salvar a nuestra ciudad del apocalipsis urbano. Las combis nunca representarán una forma económicamente eficiente de transporte urbano – son demasiado pequeñas, y no pueden acomodar los suficientes pasajeros, sin cuyas tarifas no se puede financiar un sistema ordenado, para sostener los costos en mantenimiento y la operación. Evidentemente (aunque para nuestras autoridades aparentemente no es tan evidente….), en una combi no se puede ir parado – no hay suficiente altura para hacerlo de una forma segura, y tampoco hay suficiente espacio para acomodar a los pasajeros sin perturbar a los que están ya sentados. Además, la estrechez de la cabina implica riesgo para las usuarios – el poco espacio hace peligroso el bajar y subir del vehículo, especialmente para las personas mayores, las personas con discapacidad y las mujeres embarazadas (no señores, pegar un sticker que diga asiento reservado no es suficientemente para dar atención preferente a quiénes, por ley, lo merecen). Por último, desde una perspectiva de flujo de vehículos, representan un despropósito – ¿Por qué tener cinco combis para acomodar a sesenta pasajeros, cuando puedes acomodar a los mismos sesenta en dos buses? Eso solo incrementa la cantidad de vehículos en las calles, causando mayores atoros en intersecciones, y multiplicando el tiempo de espera de las unidades en los paraderos para recoger pasajeros. Todos pierden con las combis: se tienen que ir.

Tercero, la necesidad de un sistema de transporte masivo no puede seguir siendo postergada. Que en una ciudad de semejante magnitud, las personas no tengan una alternativa de transporte rápido no tiene perdón de Dios (ni debería tenerlo de los electores). Aplaudo la iniciativa de insistir con la construcción de la Línea 1 del Tren Eléctrico, aún a pesar de que el concurso para otorgarlo en concesión haya quedado desierto. Me pregunto, sin embargo, ¿Qué pasa con las otras 6 líneas diseñadas? ¿Aguardaremos eternamente para otorgarlas en concesión? ¿Existe realmente voluntad política para ponerlas en operación? ¿O será que alguien hace cálculos políticos con un tema tan urgente como este?.

Me inclino por lo último. Ese es el gran problema de nuestra ciudad: aquí nadie quiere ser alcalde, todos quieren ser presidente. Y nadie te va a elegir presidente porque arregles el problema del transporte urbano: por ende, a patearlo a la siguiente generación. Repase la lista de alcaldes que Lima ha tenido en las últimas décadas – absolutamente todos han postulado, posteriormente, sea a la presidencia o a la vice presidencia de la República. ¿Y la Municipalidad de Lima? No es, pues, más que un trampolín político – un mero medio administrativo para alcanzar un trabajo que es, en naturaleza, completamente diferente al de un alcalde. Por ende, nuestros últimos alcaldes han priorizado siempre temas de mayor rédito político al inmediato plazo – han llenado nuestra ciudad de escaleras y lozas deportivas, han aparecido en múltiples actividades de beneficencia y otorgado cientos de amnistías a eternos deudores municipales. Y con eso pretenden meterse al bolsillo, no al vecino de hoy, sino al votante de mañana. Incluso, han tenido el descaro de hacer campaña en otras ciudades con programas municipales – no, no es que esté mal que un programa como el hospital de la solidaridad se expanda a nivel nacional, es simplemente que eso no tiene porque hacerlo la Municipalidad de Lima, ni debería el alcalde de Lima estar gastando esfuerzos en hacerse popular en otras ciudades, cuando en Lima hay suficientes problemas como para mantenerlo ocupado un buen tiempo.

El otro gran problema es nuestro fracaso en entender las verdaderas causas del problema. Muchos gastan sus energías culpando a los choferes y cobradores de micro. Que este artículo sirva para su reivindicación, que me permita salir en defensa de los trabajadores de transporte público – las personas más odiadas de nuestra ciudad. No, los choferes y cobradores no tienen la culpa de que el Estado permita la existencia de un sistema que los obliga a tener que hacer lo que sea para alcanzar una cuota al final del día, o arriesgarse a no comer. Tampoco tienen la culpa de tener que llevarse el peso de la irritación de los limeños contra el sistema, porque los responsables reales no dan la cara. Nadie identifica a los verdaderos mafiosos: los dueños de las empresas de transporte urbano. Esa sarta de abusadores que se llevan dinero fácil al bolsillo torciendo las normas, maltratando al usuario y explotando a sus empleados, ante la impasible mirada de la Municipalidad, el MTC y las autoridades en general. Los intocables empresarios de transporte, que se han aprendido todas las triquiñuelas para nunca responder por los accidentes de tránsito, y para librarse de pagar las multas (sobre ese punto, hace unas semanas expuse en el IPDD que las multas en transporte público deberían ser impuestas a la empresa de transportes y no al chófer). Ellos son los enemigos. Es a ellos a los que hay que declararles una guerra sin cuartel.

Sé que al leer este artículo surgirán los escépticos de siempre – los que digan que es muy caro o que los transportistas son demasiado poderosos. Incluso dentro del mismo IPDD, mis estimados coautores me han levantado la ceja en santa incredulidad por más de uno de estos temas. Además, siempre están los racistas que piensan que es un tema de raza (imbéciles siempre sobran). En ese caso, al menos apliquemos la Ley, al menos hagamos lo que deberíamos estar haciendo. Seamos más rígidos con los temas de rutas – si, son un desastre, pero es incluso peor cuando permitimos que no se sigan. Si vamos a llenar las calles de policías de tránsito (que es una falacia, porque jamás resolverán el problema solos), al menos démosles los poderes suficientes como para que puedan sancionar a quienes incumplen las normas más básicas, como el quedarse por cinco o seis minutos en un solo paradero. O mejor aún: saquemos a los policías de tránsito de los micros, vistámoslos de civil, y trepémoslos a los micros – que sigan la ruta de incógnita, detecten las infracciones que se cometan, y pongan las multas del caso. Sería mucho más eficiente que hacer sonar silbatos inútilmente en los paraderos. Pongámonos fuertes y expliquemos de una vez que toda esquina no es paradero. En fin, hay tanto que se puede hacer, que o no cuesta nada o cuesta muy poco.

Pero no nos conformemos con eso. Dejemos de ser esclavos de nuestros prejuicios. Se puede tener algo mejor – algo mucho mejor. Santiago lo tiene, Bogotá lo tiene… hasta Quito lo tiene. No hay que ser una potencia económica para tener un sistema de transporte decente. Es cuestión de negarse a aceptar lo inaceptable – de mirar a la cara a todos esos mafiosos del negocio del transporte, a todos los hampones del sistema y a los especuladores presidenciales de la Municipalidad y decirles de frente que ya estuvo bueno, que la ciudad ya ha tomado su decisión, y que en la esquina, todos nos bajamos.

Escrito por Ronald Cross


Quechua

abril 24, 2009

quechuahablanteEl diario Correo publicó hace poco un artículo mediante el cual pretende usar las limitaciones lingüisticas de la Congresista Supa para redactar en español como excusa para su diatriba sobre la poca preparación académica de nuestros congresistas y la necesidad de establecer requisitos más exigentes para votantes y candidatos.

Es evidente que un artículo de esta calaña, que ridiculiza a una persona y se aprovecha de su condición de quechuahablante (que equipara increíblemente a la de «persona inculta») para enviar un mensaje social, no merece mayores comentarios; me parece simplemente deplorable y mezquino. Honestamente, no tengo más que decir que me gustaría ver al personal de Correo sentado en una audiencia de la Comisión de Seguridad Nacional del Senado de EE.UU. tomando notas en inglés a ver qué tal les queda la ortografía; o peor aún, ¡en quechua! 

Y es que al final ese es el problema de fondo: nuestro país no permite una verdadera participación del quechuahablante en la sociedad. ¿Qué tiene que ver la ortografía de una persona que usa el español como segunda lengua con la calidad del Congreso? ¡Por favor! ¡Para eso hay otros indicadores! ¡¿Realmente somos tan incapaces de ver el problema real?! La verdadera noticia aquí son las terribles condiciones a las que el legislador hispanohablante ha relegado al quechua. ¡¿Cómo puede ser posible que en un país con 188 años de historia republicana y 4.4 millones de quechuahablantes, el Congreso recién tenga traductores simultáneos español-quechua desde hace 3 años?! ¡¿Cómo puede ser posible que en 2006 dos congresistas se hayan molestado porque dos legisladoras decidieron jurar en su propio idioma?! ¿¡Cómo puede ser posible que el Estado sólo emita documentación en español?! No sólo las páginas web de los ministerios no tienen versión en quechua, sino que una de las pocas que sí tiene -la del Congreso- no permite ver proyectos de ley ni actas de comisiones en quechua (¿para qué me sirve la página del Congreso si no es para ver los proyectos de ley o los dictámenes de las Comisiones?).

Muchos dirán que la realidad del quechuahablante peruano no amerita traducir todos los documentos del Estado al quechua… Sin embargo ese es precísamente el problema. El Estado necesita iniciar una campaña agresiva de promoción del quechua. No podemos tolerar una situación en donde 4.4 millones de peruanos no tienen acceso a la información vital del gobierno porque no la pueden leer. No podemos tolerar una situación en donde el quechua se aprende únicamente en las casas y no en los colegios.

La participación activa del quechua en la sociedad peruana es vital. No sólo para integrar al quechuahablante a la realidad capitalina, ¡sino para integrar a la propia Lima y las demás ciudades a la realidad quechua! La situación actual, en donde el Estado deja fuera de la información al quechuahablante es deprimente… Sin ir muy lejos, en Paraguay el 88% de la población habla guaraní (sea como primera o segunda lengua). Es más, hay más gente que habla guaraní que español. ¡Esa es una política envidiable!

Las complicaciones logísticas no pueden ser una excusa para excluir a tantos peruanos de sus derechos. Personalmente creo que la Constitución comete un terrible error al relegar al quechua a la categoría de lengua oficial «a medias» (es decir, sólo en los lugares donde es predominante). El quechua debería ser de enseñanza obligatoria en todos los colegios estatales del país. Debería promoverse la enseñanza del quechua en institutos de idiomas. No es que exista un idioma más oficial que el otro. Todo peruano debería poder aprender el idioma y estar en condiciones, si así lo desea, de leer textos tanto en español como en quechua. El Perú es un país bilingüe ¡Esa es la verdadera realidad del país! 

En fin, espero perdonen la poca ortodoxia de esta entrada, que más que artículo es mi propia diatriba sobre el tema, pero sí creo que unos breves pero enérgicos comentarios eran necesarios.

Alonso Gurmendi


Una última esperanza para la democracia

marzo 31, 2009

Hoy en día, en miras al futuro, viendo los últimos sucesos que han afectado a Latinoamérica y al mismo tiempo contemplando atónitos el sorprendente desenlace de las elecciones de los Estados Unidos las palabras de Winston Churchill tienen cada vez más sentido.  El Primer Ministro que sorprendió al pueblo Británico con su popular frase “I had nothing to offer but blood, toil, tears and sweat”  tenía otra de estas frases bajo la manga, una que explica claramente los resultados del Referéndum de Hugo Chávez, los problemas en Bolivia con Evo y hasta la nueva promesa Norteamericana del presidente Obama: “It has been said that democracy is the worst form of government except all those other forms that have been tried from time to time”.

Mi opinión respecto de la democracia es exactamente la misma que la del político inglés de antaño, no creo que la democracia sea el sistema perfecto que otorgue completa libertad a todos y defina lo que la población realmente desea. La democracia es un juego de estadísticas, que puede funcionar perfectamente, pero que a la vez puede traer resultados inesperados y perjudiciales.

La situación de muchos de los países de Sudamérica, especialmente Perú, es clara, existe una aberrante división entre las clases privilegiadas y las que no lo son, ocupando las últimas el grueso de la población de nuestro país. Si partimos de esta premisa, vemos cómo las clases no privilegiadas son la mayoría de votantes y es por eso que son  presa fácil de los políticos. Es aquí donde la ignorancia juega un papel favorable para el candidato postulante. Estas personas son bombardeadas con promesas, regalos y visitas con el único objetivo de ganar votos y una vez que obtuvieron lo deseado desaparecen del mapa, incumpliendo lo que ofrecieron. Según Nicolás Maquiavelo «…el que es elegido príncipe con el favor popular debe conservar al pueblo como amigo…» pero en nuestra realidad el pueblo no es amigo, solo un simple medio para obtener algo.

Uno de los problemas principales que tenemos que enfrentar y a la vez una de las razones por las cuales la democracia no siempre funciona es el largo debate sobre si el voto debe o no ser obligatorio. En países como el Perú una gran masa de la población vota obligada. ¿Bajo que lógica podemos pedirle a una persona que no tiene acceso a un mínimo medio de comunicación que vote? Muchas personas no conocen ni al candidato, ni sus propuestas, ni sus defectos. Pero igual están obligados a votar. Es ahí donde me pregunto ¿el resultado de la votación representa la verdadera democracia? Por otro lado si el voto no fuera obligatorio, sólo votarían aquellas personas que en realidad  tienen un compromiso por el Perú o los que no tienen algo mejor que hacer ese día y estos siguen siendo una gran minoría, lo cual tampoco es lo ideal para que exista un sistema democrático.

El resentimiento y la discriminación entre la población es otro factor que afecta los procesos electorales. Es absurdo que este tipo de barreras hoy en día se interpongan para la elección de un gobernante; pero la verdad es que cada votante se identifica con aquel candidato que más se parece a uno. Desgraciadamente el color de piel o el estrato social del candidato define más que sus propuestas, los pobres no votarán por un rico porque no hará nada por ellos y los ricos no votarán por un pobre porque lo consideran un ignorante, estos prejuicios destruyen el sistema democrático en una escala mucho mayor que la misma corrupción. Podemos ver el reciente caso Humala o sin ir muchos años atrás en nuestra historia, la victoria de Fujimori sobre Vargas Llosa como claros ejemplos de que esto pasa y seguirá pasando.

No pretendo con este artículo crucificar a la democracia sino que esta debería ejercerse de la forma correcta con el fin de que en realidad sea “La voz del Pueblo” y no solo “La voz de la mayoría y el resto del pueblo que se conforme porque no le queda de otra”, “la voz de la ignorancia” o como alguna vez dijo George Bernard Shaw “Democracy is a device that ensures we shall be governed no better than we deserve”

Para que un sistema democrático funcione y para tener unas elecciones justas el Estado debe invertir en campañas de civismo con el fin de educar al grueso de la población, pero no meses antes de las elecciones sino uno o dos años antes de estas. Las personas deben estar informadas de cómo ejercer su derecho a voto y lo que esto implica. La participación cívica debe incrementarse con el fin de crear conciencia y de luchar contra la ignorancia.

La propaganda pro candidatura debe ser igual, la información sobre los pros y contras de cada candidato deben llegar a todas partes con el fin de evitar el ya conocido sistema de “víveres por voto” que se ve siempre en nuestras elecciones. Cegar a los votantes sobre la existencia de otros candidatos o sobre los errores que cometen algunos es una gran estrategia para obtener votos pero esto puede combatirse con un sistema de información adecuado para la población, así como decía Churchill: “The best argument against democracy is a five minute conversation with the average voter”.

Es absolutamente necesaria la implementación de más lugares de sufragio dentro del país así como la actualización del sistema para la agilización del proceso y para que todos puedan tener acceso al libre voto sin complicación alguna. Si en los pueblos de los Andes las personas deben caminar kilómetros para llegar a un ánfora, la cantidad de votantes y/o las ganas de ejercer el derecho disminuyen porque no se dan las facilidades para el caso.

Por último, creo fundamental que la corrupción durante el proceso electoral debe frenarse y la única forma de hacerlo es creando un mecanismo de control dirigido por una entidad especialmente creada para el caso o una Comisión con dicho fin. Es imposible llegar a un sistema justo si el mismo sistema esta siendo corrompido por agentes que buscan el interés propio.

Tomadas estas consideraciones podemos volver a tener una esperanza en la democracia, que aunque imperfecta, sigue siendo el mejor sistema que el hombre conoce para gobernarse, los pueblos han luchado demasiado a lo largo de la historia por la libertad y el voto para que hoy en día este sistema se vea tergiversado por tantos defectos. Si los mismos errores se siguen cometiendo nada quedará por hacer y nos encaminaremos al nefasto fin que el libertador Simón Bolívar hace ya mucho anunció: «Las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter , costumbres y luces actuales … En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina…»  

Gustavo A. Taboada Dusek